Entre los juegos más populares de los últimos años, BioShock se caracterizó por una historia provocativa e interesante, narrada por medio de elementos del entorno que creaban una ambientación en extremo envolvente. Con BioShock: Infinite se busca recrear el mismo fenómeno, pero añadiendo una sensación de incertidumbre más profunda, y son estos enigmas los que el autor de la franquicia busca conservar hasta la fecha de lanzamiento.
Es así como le sobran razones a Ken Levine, legendario desarrollador y actual líder de Irrational Games, para resguardar ciertos detalles de la historia, incluso hasta de su equipo de trabajo, con el afán de que la información no se filtre, y para medir el nivel de sorpresa conforme les vaya compartiendo más del argumento. Quiero observar detenidamente sus reacciones, darme cuenta de su expresión, si les sorprendió cierto momento de la historia o lo consideraron predecible. Es importante mantener a la gente virgen del contenido, pues no obtendrás esa reacción una segunda vez, comenta Levine, y agrega que para los involucrados en el proyecto ha sido frustrante no saber más de la trama, y por ende trabajar a ciegas; sin embargo, su director se ha mostrado firme, pues desde su perspectiva, explicar el relato de viva voz o enviarles un documento que lo cuente no es el modo adecuado de disfrutar la historia, pues son sólo nociones generales, el esquema sobre el que construyen el juego.
Después de todo, ese no es el modo en el que se presenta al jugador, y según Levine, la historia es sólo relevante en términos de cómo se presenta, no los detalles que la componen. Además de la interesante filosofía de diseño, con lo anterior se mantiene la incertidumbre de si esta tercera entrega en la franquicia superará al BioShock original y cuándo será lanzada a la venta.
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