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En 2020 Sludge Life atrapó las miradas de muchos jugadores que, como yo, sienten fascinación por la dirección de arte en los juegos. Ese cel shading pixelado y colorido que dibujaba un mundo distópico lleno de graffiti, hip hop y humor crudo encendió mi hype y me mantuvo expectante a su lanzamiento que, por gracia de Fortnite, llegó de forma gratuita a la Epic Games Store. Después de 3 años, estamos ante una segunda parte que es más de lo mismo, con todo lo negativo y positivo que eso implica.
En Sludge Life 2 encarnas a Ghost, el protagonista del primer título, que despierta en la tina de un lujoso hotel después de una noche de fiesta. Luego de evadir un par de obstáculos, encuentras a uno de tus amigos que te informa que Big Mud, el hip hopero que conociste en el primer juego, está perdido y debes encontrarlo porque ahora eres su manager.
Como ves, el argumento del juego es sencillo, sin embargo, su valor narrativo reside en el subtexto que retrata esta sociedad aislada sometida por una megacorporación fría e indiferente a los males que provoca. La historia se presenta a través de diálogos de los habitantes, así que poco a poco vas conociendo esta distopía con conversaciones que van de la desolación al cinismo, con toques de humor escatológico o sin sentido.
Otra parte de la historia es la reconexión de Ghost con sus raíces vándalas, pues al parecer, sus años junto a Big Mud le han traído fama y fortuna que lo alejaron de su lado grafitero. Como ocurre en el juego anterior, hay espacios predefinidos para que Ghost raye, y mientras más pintas haga adquiere más credibilidad. Basta con que te acerques al espacio marcado y oprimes un botón para que aparezca el graffiti.
En el camino encontrarás a varios grafiteros del primer Sludge Life, pero también conocerás a algunos nuevos que son, por mucho, de los personajes más interesantes del juego. Algunos de estos personajes tienen los mejores diálogos, sus pintas coexisten con las tuyas e incluso puedes hacer grafitis en conjunto, que son los mejores del juego.
El juego es sumamente minimalista. El mundo de Sludge Life 2 se recorre sin mucho inconveniente, sin un camino trazado; puedes saltar sobre cualquier objeto o edificación que encuentres por lo que podríamos decir que nos encontramos ante un mundo abierto que se extiende tanto horizontal como verticalmente. El detalle es que, al ser una isla, esta rodeada de lodo por lo que su tamaño es pequeño en comparación a la mayoría de los juegos con este formato.
Para apoyar tu exploración hay algunas herramientas. Sin duda, la más útil es el ala delta, que te ayuda a planear y alcanzar lugares fuera de la distancia de salto, y también a caer con suavidad para evitar tu muerte, lo que ocurre muy rara vez porque el juego es sumamente permisivo. La cámara sirve para documentar tu aventura y generar archivos reales que puedes poner en tus redes sociales o imprimirlas y compartirlas con tus seres queridos.
La herramienta más importante aunque no necesariamente para el juego es tu laptop pues sirve como menú de opciones, registro de tus grafitis, reproductor de música y hasta para jugar un juego dentro del juego que se llama Gato Mago y que a diferencia de Sludge Life 2 es sumamente difícil.
Como mencioné, la mayor virtud de Sludge Life 2 es la presentación visual; el arte de Terri Vellmann da estilo a cada parte del juego, desde el diseño de personajes hasta los créditos. A esto se suma la música de Doseone y, en conjunto, resultan en un producto audiovisual único y vale la pena explorar.
Lastimosamente, al tratarse de una secuela, Sludge Life 2 no trae una gran novedad a la experiencia. Si jugaste la primera entrega, gran parte del mapa te resultará familiar, muchos de los diálogos se sienten repetitivos y, fuera de coleccionar todos los objetos que te piden, hay pocas razones para seguir jugando después de que lo terminas, lo que te tomará 4 horas, como máximo.
Igual que su predecesor, Sludge Life 2 es más estilo que sustancia y, aunque sigue viéndose y sintiéndose único, es reiterativo y sin algo nuevo que ofrecer.
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