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¿Recuerdas las buenas épocas de las aventuras gráficas, cuando Lucas Arts estaba en su apogeo y se erigía como uno de los estudios más destacados de la década de 1990? Tal vez no, es probable que seas muy joven, pero en aquellos años se lanzó uno de los mejores juegos de piratas, titulado Escape from Monkey Island, que afortunadamente ha sido relanzado para beneplácito de los nostálgicos e ideal para los que lo prueben por primera vez. Lo interesante es que lo estelarizaba un ingenuo pirata que deseaba ser el más temerario capitán de los siete mares y cuyas cómicas peripecias lo llevaban a pedir ayuda de una maestra del vudú, liarse con la gobernadora de la isla, conseguirse su propio barco además de enfrentarse a esqueléticos corsarios guiados por un fantasmal capitán. ¿Suena familiar? Años más tarde, Disney decidió mirar a sus parques de diversiones y usar la atracción temática de Piratas del Caribe para diseñar una franquicia cinematográfica, y como si hubiera tomado la identidad del juego antes mencionado, creó una de las trilogías más taquilleras de la historia.
Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl es una divertida película de aventura, guiada por excelente narrativa y con un protagonista memorable. Las secuelas fueron un pretexto por explotar el éxito inicial, y a pesar de que cumplieron su propósito de entretenimiento a la perfección, no alcanzaron el mismo impacto, lo que nos lleva a la cuarta parte que lamentablemente ha perdido mucha de la magia que caracterizaba a estas películas de piratas.
Como todo barco a punto de hundirse, On Stranger Tides se deshizo del lastre que plagó a sus antecesores, aunque sacrificando un poco la calidad en el proceso. Las clásicas concepciones de la franquicia, como tripulaciones espectrales y las enredosas persecuciones se cambiaron por una trama más enfocada, que a propósito parte del final de la película anterior. La historia es una competencia por llegar a la Fuente de la Eterna Juventud, entre la religiosa realeza española, los ingleses que por no dejarse ganar contratan a Barbosa, y por último Jack, quien para variar, se enreda con otro pirata prominente, que en esta ocasión se trata de Blackbeard, un psicópata excéntrico interpretado magistralmente por Ian McShane. Lo triste es que el objeto que da nombre a la película, es un trofeo que nadie necesita realmente, con excepción del villano, en ningún momento de la historia tiene verdadera relevancia, a diferencia de los filmes anteriores en los que el título definía los eventos de la trama. Pareciera que el equipo de producción tiene una visión diferente, para nosotros es piratas con poderes, conspiraciones enredosas y el constante vaivén en altamar, mientras que ellos hacen un ejercicio filosófico innecesario, complementado con escenas de acción y en el que Jack, por mera costumbre, es el pegamento.
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