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Jugar un clásico es nostalgia segura. Desde el primer minuto comienzas a revivir los recuerdos de cada momento que pasaste a su lado, de la diversión o la desesperación que te dio y del contexto que vivías en esa época. Pero mientras que algunas fórmulas de antaño envejecen de manera espectacular —Mega Man 9 lo demostró perfecto—, hay otras que se quedan atrapadas en el pasado. PaRappa the Rapper está a la mitad entre ambos extremos: por un lado su concepto caricaturesco luce tan atractivo e irresistible ahora, como hace dos décadas, mientras que, por otro, sus mecánicas se sienten arcaicas, a pesar de que en los 90 causaron revuelo por innovadoras y revolucionarias.
Y es que con su rítmico sentido del humor y un rapeo que simbolizaba la cultura adolescente —estadounidense y japonesa— de los 90, PaRappa the Rapper fue el pionero que popularizó los juegos musicales. Antes de él hubieron un par de intentos por fusionar la música con los videojuegos, pero a todos les faltó plasmar personajes con alma, con identidad y con carisma genuino. ¿Cómo no inspirarse por la sabiduría de un sensei con cabeza de cebolla quien canta mil veces mejor que Eminem? Hay pocas caras durante el par de horas que dura la trama, pero cada una es memorable.
Que por cierto, la narrativa es extremadamente disfrutable, a pesar de que es muy simple: hay que ayudar a PaRappa, el alegre protagonista canino, a conseguir el amor de la floral Sunny Funny. No hay misión para salvar el mundo, ni una aventura musical en la que debes rescatar a alguien; es algo más personal pero a la vez algo con lo que todos podemos identificarnos. Así, a lo largo de 6 niveles —dígase canciones—, el colorido personaje principal debe aprender karate, hacer una prueba de manejo, trabajar de medio tiempo y otras cosas igual de pintorescas, todo al ritmo de rap para impresionar a la chica que le gusta. Si en algún momento fuiste fan de las psicodélicas caricaturas de MTV o de Nickelodeon, puedes estar seguro que PaRappa te fascinará.
Claro, lo que hizo legendario a este juego fue que al estilo de dibujos animados se sumó una gran mecánica de juego. En cada episodio uno de los mentores musicales de PaRappa le enseña una canción, la cuál debes seguir al mismo ritmo presionando los botones en el momento preciso. Según aciertes o falles, o dependiendo de tu improvisación con algunas notas, te califican de grandioso a terrible —este último obviamente te obliga a repetir la canción hasta que lo hagas bien—. ¿Te suena familiar? Es porque el genio de Masaya Matsuura, productor del estudio japonés NanaOn-Sha, introdujo ese concepto con PaRappa the Rapper y, después, lo usaron como inspiración un sinfín de juegos. De ahí que en su momento el juego recibiera gloria y aclamación en todas partes.
El problema es que en la actualidad esa fórmula ya fue explotada hasta el cansancio, así que no sólo el reto en PaRappa the Rapper es nulo en esencia, sino que no hay nada novedoso en la mecánica si es que te gustan los juegos musicales. Lo peor es que no hubo una optimización para pantallas digitales. Verás, este título fue desarrollado para consolas y televisores de hace 20 años, cuando la comunicación entre ambos aparatos sucedía casi sin lag; hoy día las TVs digitales tienen paneles tan complejos, que el lag es inevitable —a menos que se trate de un modelo especializado para gaming—. Con la mayoría de los juegos no te das cuenta, pero con un shooter o algo en lo que necesitas máxima precisión, como los musicales, es muy notorio. Lo anterior significa que en PaRappa the Rapper notarás un retraso entre lo que escuchas y lo que aparece en pantalla. Si le hubieran puesto una herramienta de calibración, al igual que en otros del género, la experiencia de juego hubiera sido agradable en lugar de frustrante.
En cuanto a la presentación visual, es difícil no tener sentimientos encontrados, culpa del trabajo de SIE Japan Studio. Mientras que las canciones están presentadas con gráficos en alta resolución, como si se tratara de un indie moderno, los cutscenes aparecen dentro de un recuadro y con calidad que te hace recordar los primeros videos de YouTube —pixeladísimos, a 240p—. Entiendo que recrear los cinemáticos hubiera sido una tarea extrema, pero si van a cobrar $15 dólares por 6 canciones, no hubiera estado mal que las mejoras fueran más notorias. Porque a final de cuentas la remasterización no fue muy lejos: ajustes en el audio para que se escuche de mayor calidad, asistencias visuales y con vibración que sepas en qué momento presionar los botones en cada canción, además de un par de remixes que ya estaban en la versión para PSP de 2007.
PaRappa the Rapper es una leyenda que merece cariño y respeto por el legado que dejó. No obstante jugarlo hoy, tan avejentado y fugaz, será entretenido únicamente para nostálgicos o verdaderos fans; para el resto probablemente resultará en aburrimiento o incluso desesperación. El arte es capaz de atraer a muchos, pero la mecánica alejará a la mayoría. En mi caso aunque quise reenamorarme de todo lo que ofrece el juego, sólo lo logré con la música y el apartado visual.
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