Si algo ha sorprendido en este E3 es una extraña vertiente de nostalgia que ha dominado el show: día tras día, vemos numerosas resurrecciones de franquicias muertas, retornos de juegos cancelados y revivals de títulos clásicos. Primero Bethesda nos impresionó con Fallout 4 y DOOM, luego Microsoft sacó las primeras imágenes de un nuevo Gears of War y ahora Sony ha hecho un knock-out de nostalgia con Shenmue, Final Fantasy VII y The Last Guardian, que a estas alturas se siente como una vieja franquicia que regresara.
¿Dónde están nuevas propiedades intelectuales que nos emocionen? Esa pregunta pasó por mi mente mucho antes de esos golpes de nostalgia fanboy dura que Sony nos propinó en su conferencia. Sólo faltaba ver a DOOM y a Fallout 4 por parte de Bethesda, propuestas sin duda nuevas pero curiosamente ancladas muy fuertemente en sus referentes clásicos (DOOM II y el díptico de Fallout 3 y New Vegas), al grado de que en cierto modo ambos juegos, en lugar de ser pasos al vacío y al futuro, se sienten un poco como revivals en nuevos contextos. Lo que quiero decir es que ya no se siente tanto el deseo de pasar a entregas completamente nuevas (el salto de Fallout 2 al 3 o el de DOOM II a III, digamos), sino de anclarse en referentes establecidos (la Power Armor, el VATs, los Revenants) como el paso necesario para arriesgarse a proponer avances. Esto no es necesariamente malo (los fans agradecen estos referentes a juegos clásicos) pero al mismo tiempo sentí batallar con una constante sensación de dèja vu.
En Microsoft pasó algo parecido. Un nuevo Gears... más Halo, más Dark Souls, más Fallout 4, más Minecraft... es verdad que se presentaron nuevas propuestas, como Sea of Thieves de Rare o Ion, pero simplemente no es posible llamar a estas propuestas verdaderos AAA. De nuevo, el prestigio de lo ya existente, presentar de manera nueva cosas que ya tenemos, continuar o revivir franquicias o presentarlas con un nuevo formato, parece que esto es lo que se está apoderando de este E3.
Algo similar me pasó con EA. El juego que más nos interesa, Star Wars: Battlefront, sin duda luce genial, pero de alguna manera, a pesar de sus espectaculares gráficos, se siente como un tímido avance en comparación con ese demo cancelado de la tercera entrega que alguna vez corrió por la red. Por su parte, continuidad fue lo que definió a Ubisoft en este E3, con excepción del inesperado y sorpresivo escenario mexicano de Ghost Recon: Wild Lands.
Por último, hoy Sony nos aplicó un knock-out de nostalgia y fanboyismo. Primero tuvimos el regreso de The Last Guardian, un juego que ha estado en desarrollo 8 años continuos. Lo sorprendente no es esta nueva "prueba de vida" para una franquicia que constantemente se teme haya pasado a mejor vida, sino que volvimos a ver muchas secuencias que ya conocíamos por otros trailers, ahora en un engine con mejor resolución. El juego promete tomarse otro año más para concluir su desarrollo, pero francamente, a estas alturas su filosofía de diseño, que pretendía cerrar la trilogía formada por Ico y Shadow of the Colossus, es una especie de reliquia un poco desconcertante para la época actual de mundos abiertos.
El anuncio de la noche sin duda fue el remake de Final Fantasy VII, el favorito durante décadas de las listas de peticiones milagro e imposibles que los fanboys elaboraban año con año. No podíamos dar crédito a nuestros ojos de ver a Cloud y compañía recorriendo de nuevo las calles de Midgar, después de haber vivido evento tras evento de anuncios troll como remasterizaciones en PC y similares. Fue la navidad de muchos fanboys, pero en el contexto actual, en el que se siente como nunca la necesidad de algo nuevo para PlayStation, el anuncio se sintió un poco como una fachada, en especial por no ser una exclusiva real.
Por último, Shenmue III rompió el medidor de nostalgia y los servidores de Kickstarter con un sorpresivo retorno del padre de los mundos abiertos y uno de los juegos más íntimos y memorables que existen. En los momentos en que escribo esto, el juego lleva $1 millón 300 mil dólares en recaudación, a unas horas del anuncio de Yu Suzuki, y supongo que rebasará su meta cuando despertemos mañana. Una completa locura, en especial porque las promesas son inciertas: ¿bastarán esos recursos para crear al menos una ciudad para Ryo y Shenhua? Nadie lo sabe y parece no importar: en estos momentos los fans suben a la red historias de cómo el Shenmue original los sacó de la depresión o les mostró el sentido de la vida. El tren de la nostalgia no tiene frenos.
¿Qué es lo malo detrás de esto? Parece que la industria está aterrada de los nuevos contenidos. Apela a lo conocido, lo icónico y lo nostálgico, pues los precios de desarrollo son tan altos que el costo de fracasar con una nueva propiedad intelectual es terrible. Esto, sin embargo, provoca cierto estancamiento: temas y mecánicas nuevas parecen quedar relegadas al submundo de los indies, que por su naturaleza nunca podrán igualar al esfuerzo coordinado de la industria AAA. De algún modo, el banco de la nostalgia y los revivals son una especie de inversión segura, una caja fuerte que contará con el dinero de los fans y disminuye los riesgos asociados con nuevas propiedades intelectuales en un mundo en competencia fuerte y constante.
No me lo tomen a mal: E3 ha marchado de maravilla, y al menos grandes competidores como Microsoft y Sony han tenido honrosas y hasta increíbles conferencias. Pero la situación no deja de incomodarme aunque me sienta como un aguafiestas. Vivimos buenos tiempos, pero empieza a preocuparme que nuestros prospectos son otro Dark Souls, otro Shenmue, otro DOOM u otro Ico pero con grifos. Necesitamos un anuncio que nos haga sentir en el verdadero futuro, y lamentablemente Cyberpunk 2077 decidió saltarse el evento. Ojalá veamos algo inesperado, porque no falta mucho para que la next-gen sea, una vez más, otro Current Gen que nunca tuvo la oportunidad de sentirse como algo verdaderamente nuevo.
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