Estas semanas han estado algo frenéticas y han sido un poco difíciles
para mi familia, así que por eso no he había hecho nada, sin embargo este fin
de semana traté de salir un poquito de la monotonía que había ocupado mi
tiempo. Para empezar quiero hablar de algo que ya debí haber tocado antes: Harry Potter. Algunos recordarán que
había comentado que estaría presente durante la primera proyección de esta
película, y así fue.
Desde que llegamos al lugar me pude dar cuenta de que no todo iría tan
bien como yo esperaba. Había, para empezar muchas más personas de las que yo
esperaba, y la fila se extendía por un buen trecho del cine, afortunadamente
llegamos antes de que la situación se volviera realmente preocupante. Ya que
estábamos formados y seguros de que nada peor nos pasaría, me puse a observar a
la gente que nos rodeaba y me lleve una gran sorpresa. Entre la muchedumbre
pudimos observar una gran cantidad de bufandas Griffindorescas y
Slytherinescas, además de muchísima gente disfrazada de algún personaje de la
serie, en especial recuerdo a una chica disfrazada de Hermione, quién se
parecía tanto a Emma Watson como mi puño a Frank Sinatra.
Pero lo que realmente
me llamó la atención fue la gran cantidad de personas que se encontraban
leyendo The Half Blood Prince. Ok, ya estás en el cine para ver la
película, ¿para qué diablos quieres leer el libro? O será algún tipo de acuerdo
o costumbre nerd de la cual no estoy enterado. Sinceramente creo que nunca lo
sabré. Lo único malo es que tengo el problema de no poderme callar la boca y
siempre ando por ahí comentando de la gente en su cara, lo cual normalmente me
gana la animosidad de los desconocidos que me rodean, como el McLovin del piso
de arriba y el clon de Belloq que nos encontramos en todos lados a la hora de
la comida; lo malo es cuando, estando en una fila tan apretada, un solo
comentario al aire tiene todo el potencial de ofender a las 30 personas más
cercanas a mí. Mala onda por ellos, lo siento, trataré de moderar mi lengua en
futuras ocasiones.
Cuando dio la media hora, a pesar de que creímos que esto ya no era
posible, la situación solo empeoró al pasar a la sala, la gente que se
encontraba formada tan dócilmente se transformó en una especie de vacas
desbocadas y tuve que hacer uso de toda mi humanidad para recordarles por qué
no era una buena idea empujarnos al tratar de entrar a la sala. Al llegar
buscamos asientos en una zona de fácil acceso y mi chica se quedó apartando los
lugares, mientras yo me dirigía a la parte de la dulcería para comprar refrescos,
golosinas, chuchulucos y demás chuculines. Créanme que alcanzar el pasillo fue
toda una proeza, a pesar de mi tamaño.
Una vez en la dulcería me di cuenta de
que sería inútil formarme, ya que las filas se salían del cine, así que de
inmediato regrese a la sala y de nuevo tuve que luchar contra la marea de gente
y fue justo en ese momento en el que decidí que el carrito/dulcería no era tan
mala idea, desafortunadamente no fui el único que pensó esto por que solo pude
agandayar las últimas palomitas que quedaban. Cuando llegue con mi chica le
prometí que saldría cuando la película llevara una media hora de empezada, para
poder llegar y pedir lo que queríamos sin tener que esperar, por que
seguramente para ese momento ya no habría gente formada. ¡Oh que equivocado
estaba!
Así que la película empezó y después de aguantar toda la basura que nos
meten a fuerza en el cine actualmente fui testigo de una de las cosas más
bizarras que he presenciado en mi vida. Comenzó el trailer de la secuela de Twilight
y la mitad de la sala se volvió loca, la mitad de la sala sin un cromosoma Y.
Les juro que hubo un grito de éxtasis general, que continuó, mezclado con una
especie de aullido cacofónico, durante todo lo que duró el trailer. Y al final,
cuando volteé hacía atrás en una muestra obvia de mi repudio pude ver a una
mujer de unos veinte años, literalmente echándose aire en la cara con las
manos, a eso ha llegado nuestra juventud. Después de lo que yo calculé que
habían sido 30 minutos me levante de mi asiento para ir por un par de Icees y
me llevé el quinto chasco de la noche: las dulcerías seguían atestadas de
gente. Afortunadamente, hábil estratega que soy, me di cuenta de que la fila
del área en donde venden las crepas constaba solo como de quince personas y tenía
su propia máquina de Icee, con sabor Uva-Manzana, así que me formé ahí y solo
perdí 25 minutos de película.
A fin de cuentas no fue una gran tragedia por que
Harry Potter and the Half-Blood Prince resultó ser un cliché más grande
y aburrido de lo que había podido anticipar y solamente le sirvió de puente a
la productora para que sus fans sepan que diablos estará pasando en las
siguientes películas (si Harry Potter and the Deathly Hallows será
dividido en dos películas). Si, ya se que existe una serie de libros en la cual
están basadas las películas, pero la adaptación de esta, de alguna manera,
logró acabar con toda la emotividad, emoción y conexión emotiva que existe en
el libro.
Y como ya me extendí demasiado, solo les contaré que el sábado estuve
involucrado en un choque, del cual siento que fui un poco culpable y a pesar de
haberle explicado a mi seguro la manera en la que sucedieron las cosas acabaron
pagándome a mi el golpe, que más que golpe era un rayón en la defensa, mientras
que el otro carro terminó sin defensa ni parrilla y con los faros destruidos. Ni
modo, así es la vida.
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